miércoles, 10 de marzo de 2010

Llámame a tu verano,
construye conmigo ropa de flores.

Yo puedo enseñarte menos cosas,
pero puedo:
a que no temas de las avispas
a recoger las heces
a no hacer caso del picor
que nos deja el césped
luego de rodar por él.

Cava conmigo un pozo.
Con meter un pie ya seremos mundo,
no temas de los gusanos
ni de las raíces como gusanos:
verás que es poco si aún
nos queda aprender la tierra.

Vendrá un perro a buscar comida
y lo sentaremos con nosotros.

Te haré madre sobre el barro,
nuestro niño cultivará las plantas
con nosotros
y jamás le ocultaremos nada.

En tiempo que estés enferma
me acostaré a tu lado,
antes habré vigilado todas las puertas,
y te sanaré con mi saliva.

En tiempos de mi enfermedad,
será el amor por recomponer tus huesos
lo que recomponga los míos.

Cada nueva floración
será más intensa,
y cada muerte de algún animal
será cada vez menos triste.

Llámame a tu verano,
que todo esto es lo que tengo para darte.
Todo esto y una súplica:
que en tiempos de sequía,
que en tiempos de espanto
cuando mi mandíbula sea pasto,
me resucites llevando
mi cabeza entre tus piernas
y diciéndome que beba.

Llámame a tu verano.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Uno de los mejores Horacio. Se siente cada verso.