domingo, 20 de mayo de 2007

The End

Siempre supe de finales.

Hablo de parques que ya no acuden
a la memoria ni siquiera
pronunciando los nombres propios
que les hicieron cobrar vida.
Transité cíclicamente caminos
en los que no escribí ni un trozo de historia
aún pudiendo hacerlo: perdí,
por miedos indescriptibles,
la posibilidad de recordar y ser recordado
ya sea como piedra o abrigo
en los recorridos que forman toda una vida.
Volví a lugares de partidas
sabiéndome esperado y ya conocedor
del abrazo del reencuentro
para luego volver a irme, a no estar,
a no dejar huellas ni corazones rotos.
Hablo, al fin y al cabo,
de vivir como si se estuviera muerto.

Hoy, sin embargo, mi cuerpo se rebela
ante los temblores de un final inminente,
me lleno de nombres y teléfonos
intento último de prolongar todo lo sucedido
desde el comienzo.
Prolongaré contactos para la creación de fantasmas
a base de voces sin rostro tras la línea telefónica
y continuaré, a través de la distancia, como compañero
de mis compañeros
para no volver al sabor amargo
de lo que, por cobardía, jamás llegó a nada.
Sobre la extensión del tiempo dilataré
la posibilidad de historias para, así, no llegar
a otro desenlace nulo ni a un hueco en el pasado.

Luego ni siquiera las noches despierto
o los amaneceres desesperados
harán mella en mí:
no habrá ni motivos ni sangre
para un último momento de valentía:
viviré en un tiempo pálido
con los espectros de todos los que se van
y jamás cerraré este capítulo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo no creo en los finales, aunque las primeras líneas los describen tan bien, que me quedé pensando.

Patricia García-Rojo dijo...

me quito el sombrero contigo... me encanta tu manera de escribir.

Anónimo dijo...

lo que yo queria, gracias