martes, 8 de septiembre de 2009

Oración a quien amo

He erguido en semen la flor de tu ofrenda
diosa sin altar, de tu templo
agoto cíclicamente los cálices
Enséname o permíteme
arranca el canto último
de tu sacrificio.

Que cuando de madrugada
los pájaros, mi fe profana
bañará en luz lo humano de tu cuerpo.
Carne y hueso sobre piedra
rodillas de la sangre
aún en la distancia.

Oh, fe mía, ahora que te conozco
con mis dedos, ahora
que los lentos vientos lentos mueren
sólo en mi tiempo sin tu nombre
(caravana en flores de muerte
esporas como esperma en tierra gris)
ahora que has sangrado mis labios
entre tus piernas,
lleva también este poema:
ánclalo como cruces azules
sobre tus hombros, como
el peso de un cadáver de amor.

viernes, 7 de agosto de 2009

Canción del desierto

Si por donde anduviera
hubiera de hacerlo sin
fin ni descanso, aún
en las tardes del sol
que muere rojo y lento,
si hubiera de hacerlo
digo
al abrigo de mis carnes
mendigando más tiempo al tiempo,
sin otros dedos al final de los míos
y una callada fuente que ruge
sangre sobre mi esqueleto:
hay en mi nervio una flor
sólo vista por ojos que cambian de color;

si anduviera solo al momento de la caída,
para cuando haya de llegar la nada,
los vidrios paridos junto a los pétalos desde el tallo,
resumiendo mi vida en la espera de hoteles de autopista
con las vidrieras vivas de polvo
y el billar fantasma como sus jugadores;

si con mis manos cargara mis huesos
y las huellas sobre la arena fueran surcos
sin nombre ni testigo
Los animales rugen la presencia de lo que no veo:
el espectro de espectros que canta esta canción
de amor y afila niños de madera entre sus dientes,
y para cuando sea yo compañía de su viento
y la nueva voz que muda suma a su lamento
habré de cantar dando de mi pecho las flores
ofreciéndolas a la aguja de los escorpiones,
y armando un ramo de astillas al que aferrarme
cuando el fantasma me lleve y sea suyo mi grito

Si por donde marchara sin fin
por fin el fin encontrara
ofreciendo mi calavera sucia
de arena a un altar sin ídolos
y una última identidad
se me ofreciera:
que me acompañe, sea
donde sea que vaya, sea
aún en la niebla y agua podrida
de mi nueva forma, que me acompañe,
sea aún en eso, el rostro
por el que di batalla
y al que canto mi derrota.

lunes, 27 de julio de 2009

Había algo en esa época del año que le deprimía profundamente; cielos encapotados y viento cortante, la caída de las hojas, el anochecer, oscurecía muy temprano, la noche llegaba antes de que te dieras cuenta. Es el terror. Es la desnudez del alma. Oye el susurro de las palomas. Aquí llega el invierno hasta la médula. Nosotros lo hemos liberado sobre la tierra. Seguramente existe una canción o un poema, alguna magia popular a la que podemos apelar para aliviar este miedo. El hombre de las nieves. Está aquí, en el paisaje y en el cielo. Lo hemos dejado suelto. Abrimos el terreno y aquí está.

DON DELILLO, Libra

jueves, 14 de mayo de 2009

Sepultura y oración

En las horas del acostumbramiento al dolor
de la imagen lágrimas de escombros escupen mis dedos

En el patio, al cuidado del viento
hablo con mi amor que muere en un centro
de atención al cliente
y caigo, muerto por el rayo,
a un páramo de cristales,
a coronar con corona de raíces
un esqueleto cuyos huecos viven las ratas.

(Fluye un río de piedras
Sentado a su vera, aferrado
a los gajos de un cuerpo
con nombre en el pasado,
yuyos azules y maleza roja en derredor
Ahora vivida la amarga pesadilla)

Anillos en mi entrada al mundo,
en mi desvanecer ante el espejo
La cucaracha caminando tu beso
en los huesos de mi cuello.

Fui la vida en el interior de tu forma
minúscula constelación
de estrellas de fuego, y hoy soy
camino y amuletos (libros
y ramas silvestres, la promesa),
la ceniza que embadurna
los picos rotos de las botellas.

Y habré de ir donde me reciban
de tus dedos las yemas sangrantes
el ardor astillado de tus rodillas
luz de nacimiento y muerte en tu vientre
para el barro helado de mis manos.
Sea tu cuerpo cuerpo sobre el mío
y entonces...