martes, 24 de agosto de 2010

No debería vivir uno así,
tallando suave con las propias manos
una piedra de espinas.

No debí haber vivido así,
dando la espalda a un dolor:
tomándolo, tomándolo
como un ocre aire espeso.

Cuánta arena, cuánto vidrio
he guardado aquí en la fosa de mi pecho.

Este dolor de mundo
me ha comido, aún luchando retirándome.
Tenía yo otro mundo aquí guardado,
con una bandera que saludaba
a quienes nunca venían.

Nadie había muerto en esta tierra
ni se celebraban nacimientos.
Sólo yo salía y entraba,
acompañado siempre del mismo grito.

Tengo una cabaña junto al arroyo,
afluente de sangre donde habito:

He traído sólo mis manos
para derribar mi casa.