viernes, 25 de mayo de 2007

A long, long time ago...

Hace casi dos años, cuando cursaba 1ero de bachillerato, tuve que entregar, como trabajo de la clase de Lengua y Literatura, un poema. También estaba la posibilidad de presentar un relato, pero me decanté por el verso. Para esas fechas, también en el instituto, se había convocado un certamen literario en las dos modalidades citadas anteriormente. Entre los trabajos presentados, el profesor seleccionaba algunos para participar obligatoriamente del certamen del colegio. Pero por supuesto que también podía presentarse por propia cuenta, sin importar que el profesor no te hubiera seleccionado.
No presenté el poema, y el profesor tampoco lo seleccionó.

El suicida

I. El

Hay en la noche última algún fragor:
cántico eterno (que ya tiene dueño),
y esta noche que se asemeja al sueño
será marco y espejo del ardor.

Ardor tibio de párpados plegados,
de bocas, lágrimas, dientes e infiernos.
El será uno y será todos. Los muertos
en los vivos se encuentran sustentados.

II. Ella

Sobre la desidia y sobre las rosas,
sobre la gente, los sueños, las cosas,
siente la sangre de un final pactado.
Piensa sobre el futuro y el pasado

y retorna por una vez enterna,
como los pájaros y la victoria,
a ese cristal que llamamos memoria
y que ya se parece a una caverna.

III. Todas las cosas ya fatales

Toca los libros en los anaqueles:
España, Argentina, Borges, Guillén.
Trémulos los pies, trémula la sien.
Piensa en los otros, y ve los papeles.

Afuera puede dar hojas un álamo,
ser las calles asfaltada por novios
en abrazo último. Ya no hay más odios,
incluso siente que el mundo es un páramo.

IV. Nuevo sol

El sol descubre lápidas retóricas.
Que deidad y persona se confundan
logran los ojos. Todos desenfundan
labios. Destacan falsas vanaglorias.

Hay un ramo ambiguo de sentimientos:
el oportuno color que las rosas,
algo más en la serie de las cosas,
pueden prodigar a unos ojos muertos.

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