viernes, 25 de mayo de 2007
A long, long time ago...
No presenté el poema, y el profesor tampoco lo seleccionó.
El suicida
I. El
Hay en la noche última algún fragor:
cántico eterno (que ya tiene dueño),
y esta noche que se asemeja al sueño
será marco y espejo del ardor.
Ardor tibio de párpados plegados,
de bocas, lágrimas, dientes e infiernos.
El será uno y será todos. Los muertos
en los vivos se encuentran sustentados.
II. Ella
Sobre la desidia y sobre las rosas,
sobre la gente, los sueños, las cosas,
siente la sangre de un final pactado.
Piensa sobre el futuro y el pasado
y retorna por una vez enterna,
como los pájaros y la victoria,
a ese cristal que llamamos memoria
y que ya se parece a una caverna.
III. Todas las cosas ya fatales
Toca los libros en los anaqueles:
España, Argentina, Borges, Guillén.
Trémulos los pies, trémula la sien.
Piensa en los otros, y ve los papeles.
Afuera puede dar hojas un álamo,
ser las calles asfaltada por novios
en abrazo último. Ya no hay más odios,
incluso siente que el mundo es un páramo.
IV. Nuevo sol
El sol descubre lápidas retóricas.
Que deidad y persona se confundan
logran los ojos. Todos desenfundan
labios. Destacan falsas vanaglorias.
Hay un ramo ambiguo de sentimientos:
el oportuno color que las rosas,
algo más en la serie de las cosas,
pueden prodigar a unos ojos muertos.
domingo, 20 de mayo de 2007
The End
Siempre supe de finales.
Hablo de parques que ya no acuden
a la memoria ni siquiera
pronunciando los nombres propios
que les hicieron cobrar vida.
Transité cíclicamente caminos
en los que no escribí ni un trozo de historia
aún pudiendo hacerlo: perdí,
por miedos indescriptibles,
la posibilidad de recordar y ser recordado
ya sea como piedra o abrigo
en los recorridos que forman toda una vida.
Volví a lugares de partidas
sabiéndome esperado y ya conocedor
del abrazo del reencuentro
para luego volver a irme, a no estar,
a no dejar huellas ni corazones rotos.
Hablo, al fin y al cabo,
de vivir como si se estuviera muerto.
Hoy, sin embargo, mi cuerpo se rebela
ante los temblores de un final inminente,
me lleno de nombres y teléfonos
intento último de prolongar todo lo sucedido
desde el comienzo.
Prolongaré contactos para la creación de fantasmas
a base de voces sin rostro tras la línea telefónica
y continuaré, a través de la distancia, como compañero
de mis compañeros
para no volver al sabor amargo
de lo que, por cobardía, jamás llegó a nada.
Sobre la extensión del tiempo dilataré
la posibilidad de historias para, así, no llegar
a otro desenlace nulo ni a un hueco en el pasado.
Luego ni siquiera las noches despierto
o los amaneceres desesperados
harán mella en mí:
no habrá ni motivos ni sangre
para un último momento de valentía:
viviré en un tiempo pálido
con los espectros de todos los que se van
y jamás cerraré este capítulo.
miércoles, 2 de mayo de 2007
Sin título C
ELLIOTT SMITH, I didn’t understand
Entre obsesiones y cartas
y dedicatorias y ansiedad
maté amistades
creyéndome luego traicionado.
Para no creer como cierta
toda crítica no aceptada
ni descabellada toda reacción
ante narraciones de hechos cotidianos
me refugié, primero, en la intemperie
de mi vida y la suya, mostrando mi rostro
empapado en la lluvia de nombres propios
que no eran los míos y datos que me eran negados
e historias que no se atrevían a escribir en mi cuerpo,
y, lo admito, no me sentí lo suficientemente
querido ante el amor que había demostrado.
Vinieron, luego, tempestades de odio
que nacían en mis ojos rojos de no poder dormir;
pero sin importar la gravedad del daño provocado
jamás pude sostenerme en ellas mucho tiempo,
y al final comencé a dar las vueltas que todavía
hoy guían mis pasos, pasos que cargan con mi cuerpo
vacío de reacción cuando encuentro la mirada o las voces
de aquellos que sí supieron permanecer
o ganarse un lugar en todos los lugares,
entre las piernas y/o entre los brazos,
en que yo fallé, en todos los lugares en que de mí
se extinguieron cartas y dedicatorias y quedan recuerdos
de obsesiones y ansiedad.
Sin título B
una salida a todas las horas anteriores al comienzo
de esta noche,
pero encuentro (como si fuera una revelación
vista en mi rostro reflejado en el agua
de hielos derretidos) una realidad
de dientes terriblemente afilados,
como si toda grieta deliberadamente
realizada sobre el barniz de mi piel
fuera no más que fachada para las
vigas podridas que me sostienen.
Sin título A
JOY DIVISION, Disorder
Es, entonces, ante la presencia de
cuerpos ahora iguales
el momento en que creo que
todo puede ir bien.
Me pregunto, sin encontrar respuesta,
cómo es que nadie alrededor
siente la misma hermandad
que yo ahora siento por ellos.
Debería ser este el momento
con menos reparos de la noche,
el momento en que haya un hombro rozando mi hombro,
sentados a la entrada de este caserón
en medio del campo,
un mechón de pelo negro cubriéndole
la cara cuando gire para verle los ojos
y hablar quizá de las dieciocho botellas
de ron y vodka y whisky que empiezan a acabarse
o invitarla al auto de mi amigo a fumar y llenar de humo todo
o guiarla hasta alguna habitación perdida
y quedarnos ahí hasta que desde la ventana
podamos observar como, uno por uno,
todos se marchan, manejando quizá algo borrachos
sobre una ruta de un solo carril y con dirección
al sol que en el horizonte va alumbrando la ciudad
que hace horas dejamos atrás,
y preguntarnos, pegados a la ventana
y con la sábana mitad sobre nuestros cuerpos
mitad por el piso,
cómo fue posible que no hayamos dedicado
instante alguno a la contemplación
de un cielo sin duda poco estrellado.
Pero en realidad hay poco que hacer
aferrado a una ilusión vulgar
por mucho amor que sienta por el mundo
mientras en ella me recreo:
seguiré entendiendo como fantasías
las venturas comunes de la gente
mientras el hachís y los sueños
entumecen mis miembros
ante el poco fuego que queda
en la chimenea ante la cual,
hace horas,
todos y cada uno de nosotros
buscamos algo de calor.